- “LA LEYENDA DE MI CANCHA” FRONTÒN ARGENTINO *EL ORIENTE*,…El viejo almacén de la pequeña localidad bonaerense de LERTORA: una mirada al pasado – Hoy “el cazacanchas” Orlando PETRUCCIO con un bellísima HISTORIA - Y DE "BICHOS de CAMPO" -

*FRONTON ORIENTE LERTORA*

-Lertora - Buenos Aires -

....LÉRTORA,...Era una estación ferroviaria ubicada en las áreas rurales del partido de Trenque Lauquen, Provincia de Buenos Aires, Argentina.


Ubicación
La estación se encuentra a 497 km de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y a 48 km de la localidad de Trenque Lauquen.


Servicios
No presta servicios de pasajeros ni de cargas. Sus vías se encuentran sin uso y en estado de abandono.


...."El Oriente" es un edificio imponente. Emerge en la llanura, y los dibujos de sus molduras trabajadas sobresalen en el camino polvoriento que conduce desde la ruta 33 hacia la Estación Lértora, justo antes de la curva que deja ver la estación del ferrocarril, la ermita, la escuela, la vida del paraje que ostentó un enorme movimiento a principios de siglo pasado y que se fue apagando con los años, al igual que los primeros pobladores que se asentaron en el lugar.

*REABRE SUS PUERTAS FRONTON LERTORA*

...En Lértora no solía suceder demasiado, hasta que María Inés Campelo decidió abrir el viejo almacen de campo y armó la pulpería.

...En Lértora no suelen suceder grandes cosas, pero suceden. Se trata de un paraje rural ubicado al noroeste del partido de Trenque Lauquen, que recibió su nombre como homenaje a Alejandro Lértora, quien donó las tierras para levantar la Estación Ferroviaria.

  

En Lértora no suelen suceder grandes cosas. El 14 de julio de 1909 comenzaba a funcionar allí la Escuela 14, hoy Escuela 26. En 1965, ese caserío rural fue noticia nacional a raíz de la aparición de un cordero con insólitas características: tenía siete patas.

...Son curiosidades que rompen la monotonía de una zona rural muy productiva, pero en la que no suelen suceder demasiado.

  

La Municipalidad de Trenque Lauquen menciona en su página institucional a algunas de las familias que se asentaron en el lugar y comenzaron con la dura tarea de darle vida: Zemma, Grossi, Lamatina, Brandoni, Carestía, Casola, Barragué, Alastuey y García Salinas.

 

...No aparece en la lista el apellido Campelo, pero habrá que sumarlo.

  

María Inés Campelo es una entusiasta mujer de Trenque Lauquen, que estaba casada con Guillermo González, un contratista que trabajaba en esa zona rural y que en los duros meses de pandemia decidió rehabilitar un viejo almacén de campo. Justo en ese lugar donde no suele pasar demasiado, ella decidió abrir El Boliche de Lértora.

  

En Lértora no suelen suceder grandes cosas, salvo cuando esta vieja pulpería -de la mano de María Inés- enciende sus fuegos y abre sus puertas para recibir a visitantes que pueden llegar a venir desde cientos kilómetros a la redonda.

Mirá la entrevista con María Inés Campelo:

  

¿Qué es Lertora?

 -Es un paraje, una estación. Estamos ubicado a 28 kilómetros de Trenque Lauquen. Es lo que fue una estación de tren. Está el boliche, más adentro la estación, la casa del cambista. La escuela que sigue funcionando sin mucha matrícula. 

¿Y como todo paraje rural tenía un boliche?

 -Se dice que en los tiempos de esplendor, cuando pasaba el tren, llegó a haber tres boliches. Quedó este.

 ....La enorme casona quedó mucho tiempo deshabitada y a lo sumo hacía las veces de base de operaciones para Guillermo, que se dedica a hacer pulverizaciones. María Inés solo iba muy de vez en cuando, pero su fuente de ingresos era un comercio en la ciudad cabecera del partido. Hasta que en “plena pandemia” se decidió a mudarse al campo, que no paró y siguió con sus actividades.

 ....“Cuando él me propone que me venga para acá, la opción era estar libre acá o encerrada en la ciudad. No lo dudé”. Hasta que una mañana le dije a Guillermo: voy a ver si habilitó el boliche”, relata la mujer.

¿Tuvieron que trabajar mucho?

-La casa no estaba muy destruida, pero había que hacerle muchísimo. Hubo que trabajar un montón.

 

 ...Desde el vamos, como muchos accesos a Trenque Lauquen en la pandemia se cerraban a las dos de la tarde (sí, hoy parece lejano, pero así fue), María Inés pensó en el almacén para la gente de la zona rural, que ya no tenía que irse de compras hacia la ciudad.

...“De repente me dije: ‘Bueno, yo tengo que tener un paquete de yerba, fideos, tabaco’. Acá se vende tabaco, papel de armar, hay mucha gente del norte en las estancias o de los campos alrededor, así que la idea era brindar un servicio también a la gente”. 

 

¿Y cuando fue que empezaron a cocinar?

 -Yo empecé preparando picadas para la gente, una buena picada y alguna empanada. Pero claro, ya la gente me empezó a pedir algo más, porque hacerse 28 kilómetros para comer una picada nada más… Entonces como que sentí que había que ofrecer algo más aparte de una picada. A la gente lo que más gusta es la carne. Un buen asado, una buena ensalada y bueno. Y así se fue armando. Aparte, es lo que sabemos hacer.

 ¿No es que te pusieras a entrenar como cocinera?

 ...No, para nada. Lo que yo le digo a la gente es que va a comer rico, abundante y algo que sabemos hacer.

 ¿Y cuándo se empezó a llenar?

...Supongo que la pandemia ya había terminado para ese momento. Cuando empezaron a extender los horarios. Ahí la gente como que empezó a venir. Había mucha gente que estaba viviendo en el campo, dueños de campo. Esa gente también empezó a venir. Es como que se fue armando y se fue dando. Y de golpe estaba funcionando, como almacén y como restaurant algunos días.

 

 

¿Y cuándo dijiste estos funciona?

...El primer día en que abrí la puerta. Estaba segura de que iba a funcionar. Es sorprendente. Ahora llega de América, de Pico, de Pellegrini, de Villegas, de Trenque Lauquen, por supuesto.

 ¿Me imagino que hay algún momento en que las guitarras salen a relucir?

 ...Acá la gente por ahí comparte una mesa con otra gente, en unas mesas grandes donde de repente caben diez personas. Entonces, de la mitad para acá, es una familia. De acá para allá hay otra. Y terminan intercambiando teléfonos, los chicos juegan juntos y eso se da. Hay una guitarra y sí hay alguien que la sepa tocar, sí se arma.

 ...En Lértora no suelen pasar muchas cosas, salvo cuando abre sus puertas el viejo almacén de campo. Evidentemente hay algo que te gusta de esta actividad, no es solamente para ganar dinero.

 ...Sí. Me gusta ofrecer lo que sé hacer. Y bueno, recibir a la gente. Así que soy, como buena anfitriona. Yo nunca pensé en lo económico.

...O sea, si pensé en hacer algo, porque soy de hacer cosas. ¿Viste que hay gente que es más inquieta? Bueno, había que hacer algo, no podía encerrarme a hacer nada. Y bueno, es lo que pude.

...Lo que se ofrece es lo que uno es y la gente lo toma muy bien.

Fuente: Bichos de Campo

AQUÌ: Debajo mas IMAGENES y situacion de revista del "cazacanchas ",..Petru - PETRUCCIO.



*PASADO DEL FRONTON ARGENTINO LERTORA*

...El Oriente fue un viejo almacén. Hoy es el edificio del viejo almacén porque de aquel lugar de ramos generales de los Brandoni, sólo quedan las paredes, los muros perimetrales, las enormes persianas de hierro que caen al suelo como una sentencia inapelable: el paso del tiempo, la interrupción del servicio de trenes, el despoblamiento del lugar se llevó a la gente y la vida social, entonces ya no era necesario un lugar que vendiera velas o sirviera un trago a un parroquiano, alcanzara un mazo de cartas para orejear en truco, o la guitarra a algún visitante con virtudes musicales.

El boliche cerró. Su edificio debería tener destino de museo o patrimonio histórico y cultural. Ser parte de una recorrida obligada en una guía turística por el distrito de Trenque Lauquen, o ser incluido en un libro, pero eso no ocurrirá. La mención más reciente en una publicación es Desde el Andén, un libro que recoge historias rurales de Trenque Lauquen de 2012 y en aquel momento aún funcionaba.

Guillermo González es uno de los herederos familiares que tuvo la llave del negocio en los últimos tiempos. Dice que va a encarar una serie de reformas, sobre todo en el techo, para conservar el edificio, que no se venga abajo y dejarlo como legado para las nuevas generaciones.

En el libro El Andén se lee que el paraje Lértora recuerda a Alejandro Lértora que donó las tierras para levantar la Estación ferroviaria. Alrededor del año 1909 esas tierras fueron fraccionadas y rematadas, justamente el mismo año en que se produce el tendido de la línea férrea, dando origen ese año al paraje.

Las familias compradoras fueron poblando el lugar. Les tocaba la ardua tarea de transformar ese terreno inculto en un suelo apto para la agricultura y la ganadería. Entre ellas podemos citar a las siguientes familias: Zemma, Grossi, Lamattina, Brandoni, Chrestía, Casola, Barragué, Alastuey, García Salinas entre otros.

“Lértora aparecía como un importante y floreciente lugar donde las tierras se brindaban para la agricultura y la ganadería. El ferrocarril fue el receptor del crecimiento agrícola-ganadero, llevando cereales y animales hacia el puerto de Buenos Aires. La línea ferroviaria iba desde Winifreda hasta La Zanja”.

“Todo este gran desarrollo de la zona implicó la creación de una escuela. El 14 de junio comenzó a funcionar una escuela en el campo del señor Juan Grossi con el número 14. Su maestra era Laura Elisa Alda y contaba con una matrícula de 27 alumnos. La escuela estaba edificada con barro y madera”, se lee en una publicación que hizo la propia escuela para su centenario.

Historias mínimas

Cuenta la historia que el almacén abrió sus puertas en 1924 y que los Brandoni habían llegado en los barcos provenientes de Italia. En Lértora ya había un boliche, el de los Alastuey, pero no sobrevivió en los años y hoy no queda ningún rastro del inmueble.

Florentino Celestino Brandoni, uno de los hijos de don Juan Brandoni que fue quien abrió las puertas de El Oriente, estuvo al frente durante muchos años, hasta que falleció en 1978. Su mujer, Nélida Esther Gónzalez lo acompañó detrás del mostrador desde 1955 en adelante.

Nélida tiene 87 años. Hace 40 años que vive en la ciudad, aunque suele ir al paraje de vez en cuando a visitar parientes y ahora está organizando su asistencia a la misa del 24 de mayo en la ermita, como todos los años.

El paso de los años le generó dolencias en las rodillas. Dice que la artrosis es el enemigo silencioso de sus piernas pero no le impidieron freír unos buñuelos para combatir la tarde gris y lluviosa de mayo. Como buena anfitriona extiende la bandeja para convidar sus producciones. A mano tiene pocas fotos de su paso por Lértora y recuerda sí, el movimiento social que representaba el viejo almacén.

“La gente no tenía dónde ir, no era fácil venir a la ciudad, entonces muchos pasaban tiempo en el almacén. Había mucha gente en época de cosechas, muchos changarines y la gente de las estancias” dice hoy Nélida y recuerda que había una habitación en el patio a la que llamaban “la secadora” donde más de una vez alojaron a changarines de paso y algún crotto como le decían en aquella época a la gente en situación de calle.

“Estaba el policía, el jefe de estación, la escuela, y no mucho más. Los hombres se juntaban a jugar al truco y nosotras al chin chon, todas en el almacén” recuerda para OESTE BA.

Guillermo González, su sobrino, fue el último que tuvo el almacén abierto. Nació y se crió allí, fue a la escuela del lugar y anunció que el próximo mes inician la tarea de refaccionar el techo del inmueble que está cerrado. Quiere que sea un lugar histórico. Según cuenta parte del mobiliario original está adentro aún, y espera poder conservarlo todo como en las épocas de gloria.

En Lértora hoy los dos edificios de la estación de trenes fueron cedidos a vecinos que viven allí y que los cuidan. La casa del empleado del Ferrocarril está cerrada y ya no hay mucho más para contar. La publicación del centenario de la escuela señala en su párrafo final “el Paraje Lértora no es el mismo de hace cien años atrás, ya no se siente el bullicio de la gente que espera el tren, ni el rechinar de las ruedas de los carros que acercaban los bolsas de cereal, ni la reunión de los campesinos que llegaban a los grandes almacenes de Alastuey y Brandoni. Hoy el único motor del lugar es esta pequeña escuela que con mucha alegría festeja sus 100 años, escribieron en 2012 y la situación sigue siendo igual.

Al igual que otros parajes rurales de Trenque Lauquen, Lértora permanece detenida en el tiempo, como el viejo almacén El Oriente, testigo silencioso de un tiempo que fue y no volverá.